AlPieDeLaLetra

Dos hijos, un hijo dos veces, dos veces hijo

En una tarde lluviosa, triste para unos, alegre para otros, goterones benditos sobre la árida tierra, goterones enormes sobre la arisca pendiente sin manto de vegetación alguna, resbaladiza muerte para unos, extracción ególatra del oro ajeno; música de aguas violentas sobre Guri para otros. Lloran éstos, cantan aquéllos y sigue una precipitación arrasando de un qué sé yo pájaro su nido recién formado en una canal de mi techo.

Manantial cercando la sed sin darle lugar. Clamaba el sembrador y su ruego escuchado fue. Por sus hijos sin fuerzas ellos, con fuerzas muchas gritaba él diciendo: “No. No sólo son mis hijos”. Son los muchos hijos, son todos los de esta tierra amordazada y agrietada en tostados y anticuados ocres de un aberrado sol de ahora; sol sin mediodía que creyó nunca declinar y que en una vaguada pudo iniciarse; y en otra pudo cesar. De mi carboncillo que hoy les dejo, cuya luz, si alguna tiene, es la reflejada por un hermoso y atónito poema de Andrés Eloy Blanco.

Andrés Eloy Blanco, el poeta cumanés nacido en 1896, quien entre sus muchos poemas dejó éste llamado: Los Hijos Infinitos, cuyo contenido me lo recordó recién uno de estos días una gran amiga, a propósito de unos comentarios que le hiciera en torno a mis hijos.

Dijo ella del poema, unas frases de memoria, las que reproduzco ahora para vuestro deleite:

“(…) Y cuando se tienen dos hijos

se tienen todos los hijos de la tierra,

los millones de hijos con que las tierras lloran,

con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,

los que Paul Fort quería con las manos unidas

para que el mundo fuera la canción de una rueda,

los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,

quiere con Dios adentro y las tripas afuera,

los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima

entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,

porque basta para que salga toda la luz de un niño

una rendija china o una mirada japonesa.

 

Cuando se tienen dos hijos

se tiene todo el miedo del planeta,

todo el miedo a los hombres luminosos

que quieren asesinar la luz y arriar las velas

ensangrentar las pelotas de goma

y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.

Cuando se tienen dos hijos

se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,

toda la angustia y toda la esperanza,

la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,

si el modo de llorar del universo

el modo de alumbrar de las estrellas.”

 

Un libro siempre aguardando está. No lo dejes esperando. No te desampares. Refúgiate.

 

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