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Voy volviendo a la infancia de mi vida: viaje a la semilla

Voy volviendo a la infancia de mi vida, parece decir el escritor Alejo Carpentier en su extraño cuento llamado Viaje a la Semilla, publicado en 1944. Alejo Carpentier (1904-1980), aunque nacido en Suiza, es considerado cubano por su vida política de muchos años en la isla. Y muerto en París, lugar donde también llegó a vivir y no durante pocos años. El escritor también residió en Caracas, Venezuela, entre los años de 1945 y 1959.

Lo Real-Maravilloso

Se le considera iniciador de un estilo de escritura llamado “lo real-maravilloso”, referido a América donde se resaltan según él, las maravillas del Continente, cuyos rasgos histórico-geográficos y culturales son especialmente destacados en casi todas sus novelas. Este estilo suele ponerse al lado del Realismo Mágico, atribuido a GaboGabo y su Realismo Mágico de amores raros aunque no exclusivamente.

Eso es puro cuento, en realidad…

Pero el cuento Viaje a la Semilla, cuyo protagonista es el anciano Don Marcial, Marqués de Capellanía, narra los sorprendentes hechos que llevan al personaje a regresar a su infancia; y confundiendo – o sin importar si es uno o lo otro – realidad e imaginación, para que el lector decida al respecto. Salkedus les invita a imaginar una historia así. Decidan ustedes si es imaginación del viejo o si en efecto le ocurren semejantes cambios… Decidan después de leer estos osados fragmentos:

VI

“Una noche, después de mucho beber y marearse con tufos de tabaco frío, dejados por sus amigos, Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego lastres y media… Era como la percepción remota de otras posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento de vigilia, que puede andarse sobre el cielo raso con el piso por cielo raso, entre muebles firmemente asentados entre las vigas del techo. Fue una impresión fugaz, que no dejó la menor huella en su espíritu, poco llevado, ahora, a la meditación.”

XII

“…Las aves volvieron al huevo en torbellino de plumas. Los peces cuajaron la hueva, dejando una nevada de escamas en el fondo del estanque. Las palmas doblaron las pencas, desapareciendo en la tierra como abanicos cerrados. Los tallos sorbían sus hojas y el suelo tiraba de todo lo que le perteneciera. El trueno retumbaba en los corredores. Crecían pelos en la gamuza de los guantes. Las mantas de lana se destejían, redondeando el vellón de carneros distantes. Los armarios, los vargueños, las camas, los crucifijos, las mesas, las persianas, salieron volando en la noche, buscando sus antiguas raíces al pie de las selvas. Todo lo que tuviera clavos se desmoronaba. Un bergantín, anclado no se sabía dónde, llevó presurosamente a Italia los mármoles del piso y de la fuente. Las panoplias, los herrajes, las llaves, las cazuelas de cobre, los bocados de las cuadras, se derretían, engrosando un río de metal que galerías sin techo canalizaban hacia la tierra. Todo se metamorfoseaba, regresando a la condición primera. El barro, volvió al barro, dejando un yermo en lugar de la casa.”

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