Se fue hacia Las Olas, decimos de Virginia Woolf, escritora inglesa nacida en Londres en 1882 y muerta en la ciudad de Lewes, al sur de Inglaterra, en 1941. Una de sus obras más celebradas y profundas es Las Olas, publicada en 1931, un verdadero poema en prosa a partir de la perspectiva del mundo de cada personaje que en la novela participan.
No es sin embargo una obra común narrando una historia lineal; está hecha a partir de la reunión de monólogos interiores de seis de los siete personajes que se dan cita en el relato, una tarde, una cualquiera, en una costa bravía británica. De allí el nombre de la obra; y el ritmo de vaivén íntimo que la autora logró imprimirle a su estilo delicado, para coronar esta bella inspiración.
Sobre la forma narrativa del monólogo puede consultarse el enlace: https://en.wikipedia.org/wiki/Stream_of_consciousness
Suicidio
Predecesora del feminismo, sin embargo se dio muerte por propia mano, atormentada por su pasado de abusos sexuales incestuosos sufridos en su juventud de parte de sus dos medio-hermanos. Además y no es poco decir, la novelista padecía de lo que hoy llamamos trastorno bipolar. No obstante pensemos en la época y miremos que su vida también se vio severamente afectada por el rigor de la Segunda Guerra Mundial, especialmente los bombardeos alemanes sistemáticos a la ciudad donde vivió.
Virginia Y Marcel
En el segmento que Salkedus seleccionó para ustedes se hace notable la influencia de otro escritor de intimidades, el gran Marcel Proust, de quien ya hemos hablado aquí en otro de nuestras entregas. Ahora veamos una parte del monólogo del personaje llamado Luis, refiriéndose a la belleza del lugar:
“Todos se han marchado ya – dijo Luis-. He quedado solo. Han regresado a la casa para tomar el desayuno y yo he quedado solo al pie del muro, en medio de las flores. Es muy temprano y las lecciones no comenzarán todavía. En medio de las profundidades verdes aparecen manchas de flores. Sus pétalos se asemejan a arlequines. Los tallos emergen de entre huecos negros, de la tierra. Las flores nadan como peces de luz sobre las sombrías aguas verdes. Tengo un tallo en mi mano. Yo mismo soy un tallo y mis raíces llegan hasta las profundidades del mundo, a través de la tierra seca de ladrillo y a través de la tierra húmeda, a través de venas de plomo y plata. (Debo agregar aquí un punto y aparte a fines de legibilidad).
Mi cuerpo no es sino una sola fibra. Todas las sacudidas repercuten en mí y siento el peso de la tierra contra mis costados. Bajo mi frente, mis ojos son hojas verdes, ciegas. Aquí no soy sino un niño vestido con un traje de franela gris y tengo un cinturón de cuero con una hebilla de cobre que representa una serpiente. Pero allá abajo, mis ojos son los ojos sin párpados de una figura de granito en un desierto junto al Nilo. Veo a mujeres que se dirigen con cántaros rojos hacia el río; veo camellos, que se balancean y hombres con turbantes. A mi alrededor, percibo ruido de pasos, temblores, agitaciones…”
Salkedus tiene también, como su homenaje a la vida, a la prosa y a la poesía que ésta contiene: De nuevo pintas, tiempo