InteligenciaArtificial
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Los escritores actuales y los avances de la inteligencia artificial

¿Qué será de los escritores actuales, tomando en cuenta el avance de las AI, (siglas en inglés de inteligencia artificial) usada para escribir textos, sobre todo del tipo SEO o de comercio, avisos, publicidad, y más pronto que tarde, textos literarios? No lo sé, apreciados lectores, pero  quisiera hacerles llegar mis breves pensamientos o disquisiciones, diría San Agustín, en relación con el acto de escribir haciendo uso de las tales IA

No lo sé, repito, no sé qué harían. Porque ya contamos con aplicaciones y programas que en términos estrictos, hacen de todo: estudios domésticos de música o grabación, edición y videos; o inclusive videos para aprender a hacer cualquier cosa: café, lavar el carro o practicar yoga. 

Ser pintor, ser músico, ser poeta…

Ahora con la poderosa AI podemos pintar nuestros propios cuadros, con rasgos y pinceladas magníficas. A la máquina incluso, pueden introducirse estilos de pintura y hasta autores, para que nos entregue sorprendentes óleos o acuarelas. Ojo, no se trata del viejo Paint. Otro caso, podemos cantar sin temor a desafinar, porque estas inteligencias corrigen nuestra afinación y tonalidad.

Y a lo que Salkedus quiere deferirse, alimentando correctamente la tal AI se podrían generar «textos literarios». Con ritmo y estilo literario, quiero decir; bemoles de metáforas y «artísticos» tropos… Hasta ‘recuerdos’, si es el caso. Incluso la IA nos preguntará el tipo de escrito o  género que desearíamos: ensayo, cuento, poesía. Creemos que aún no hay para estos últimos; y menos para novela, pero pronto lo habrá, a partir del crecimiento de la data que el proveedor tenga. Y de la veloz carrera de esas inteligencias.

Un primer encuentro con estas inteligencias: https://www.iberdrola.com/innovacion/que-es-inteligencia-artificial

Cadena de neuronas

El asunto es ingresar en la AI las palabras que conforman «nuestro escrito»: sustantivos, adjetivos, principalmente, aunque debemos usar adverbios también. Para dibujos y pinturas habría que agregar descripciones sucintas del asunto deseado. La máquina hará el resto mediante una cosa habida ahora que sorprendentemente se llama cadenas de neuronas.

Microsoft ya compró los derechos para lo que los profanos llamarían prodigio, aunque no es otra cosa que una data gigantesca que al ser requerida establece numerosísimas asociaciones hasta compilarlas y entregarlas como un escrito del tipo requerido. La data necesaria es inmensa y los motores de búsqueda y ejecución, titánicos. 

¿Y a qué nos va?

¿O a qué nos viene, lectores y salkeditas? A nada, a nada, salvo la imposibilidad de leer con el mismo ritmo en que se producirá semejante literatura que como alud o como maná del cielo, caerá sin cesar sobre nosotros desde las plataformas informáticas que cada minuto – no es figurativo – nos entregarían libros cual afanoso material de consumo. No obstante hemos de reconocer que por la sutilidad y capacidad de estas nuevas neuronas, muchos serán buenos, suponemos, casi como los actuales libros ‘corporativos‘ o colectivos, escritos «en cayapa», entre varios. Nosotros los lectores, Salkedus especialmente, esperamos eso sí, tener la capacidad para distinguir lo que es literatura de lo que es su disfraz. 

El refugio 

Entonces quienes leemos por el solo goce, por el gusto de leer, como quien contempla un amanecer o se está extasiado ante el Moisés de Miguel Ángel, seguiremos refugiados en la enorme literatura de todos los tiempos, los clásicos, los modernos  románticos, los de vanguardia, la gente del boom latinoamericano, el barroco. O sea, la letra escrita por gente. Entonces estaremos seguros de lo que tenemos en nuestras manos, surcando líneas unas tras otras, nosotros, dejando al escritor plantear sus preguntas sobre nuestra vida como sólo ellos pueden y saben: como maestros artistas labrando sobre papel ansioso, pluma, cincel, teclado, lienzo, notas y todo lo que la literatura es capaz de invocar.

Y seguiremos ante Virginia Woolf y sus palabras: «La belleza debe romperse a diario para permanecer hermosa». Y podremos volver siempre hacia: «Cántame oh Musa, la cólera del pélida Aquiles…» de Homero. O sobre los pasos laberíntico de Borges cuando formuló: «El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas.» O tomar el dictado de Saramago y admirar aquello de: «Dios no perdona los pecados que manda a cometer.»

Véase aquí otra de nuestras publicaciones: https://salkedus.com/se-fue-hacia-las-olas/

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