Qué hacer con estas líneas que tan cercanas susurran

No sé qué pensar de esas breves líneas que Rosa Montero acopló en su novela Lágrimas en la Lluvia (Seix Barral, Barcelona, 2011) para bien o para mal de sus interpretativos lectores. Qué hacer con estas líneas que tan cercanas susurran. ¿En qué o en quién tengo que pensar? Sigo sus creadoras líneas, que si ficticias, que si imaginarias, que si basadas en hechos; de todo podemos decir; de todo podemos crear, escritores y lectores.

Dijo ella:

“Octavio Augusto se convirtió en el primer emperador romano porque la República le otorgó inmensos poderes. ¿Y por qué hizo eso la República, por qué se suicidó para dar paso al Imperio? Tácito lo explicaba así: Cuncta fessa. Que quiere decir: Todo el mundo está cansado. El cansancio ante la inseguridad política y social es lo que llevó a Roma a perder sus derechos y sus libertades. El miedo provoca hambre de autoritarismo en las personas. Es un pésimo consejero el miedo. Y ahora mira alrededor, Bruna: todo el mundo está asustado. Vivimos momentos críticos. Tal vez nuestro sistema democrático esté también a punto de suicidarse. A veces los pueblos deciden arrojarse al abismo.”

Para estar guindando

Voy a refugiarme en el lugar común del dicho o refrán, pasando el sofocón diciendo: para estar guindando mejor es caer… Las comparaciones son odiosas y espinosas, dirían los afectados al no encontrar de inmediato otro refrán para oponerlo. Los historiadores no tenemos otra que apelar al sistema comparativo, la analogía, en ausencia de laboratorio de ensayo y prueba, en ausencia de entrevistas con los directamente involucrados en el hecho de interés.

De cualquier modo y a salvo yo en la canoa proporcionada por semejante artilugio popular, me surge de nuevo el símil del péndulo y veo la historia de la Roma antigua yendo de la república a la monarquía y de esta al imperio, para luego desbaratarse en mil pedazos, dando origen al feudalismo. Qué hacer con estas líneas que tan cercanas susurran… O sea, la veo – a Roma – revoloteando en su historia yendo de un desorden general provocado por el caos monetario y el desacato a la ley, o sea, de la anarquía que hubo detrás de su oclocracia del siglo III AC., hasta tomar la senda de la dictadura.

Y desde ella, dispararse hacia la mano única e incontestada del emperador, con sus laureles, su brillante manto dorado y blanco (el deslumbramiento que en las grandes mayorías produce siempre el brillo del hombre de guerra) y su realidad de mano dura y orden. De un extremo a otro, dice el péndulo.

De un extremo a otro, dice el péndulo

No me hagan caso, si son tan amables. De la apertura y la libertad, al desparramamiento y al desenfreno sibarita. Del grito invocando al mesías para que nos arregle todo, a su aparición en escena, no importa con qué discurso ni desde qué bastión, izquierdoso o derechista. No me importa, siempre que diga lo que yo quiero oír, lo que me haga sonreír, agitar las manos, brincar al unísono junto al resto de la grey ciega y gritar hasta caer…
¿Del Big Stick a la Alianza para el Progreso?

¿De Obama a Trump?

¿De Obama a Trump? ¿Internacionalmente también aplicaría la comparación? La comparación como método histórico en muchas ocasiones es necesariamente internacional, entre distintas naciones, distintos pueblos, distintos escenarios, uno y otro momento…
Del negro al catire, pero qué casualidad. De un régimen con tendencia a la apertura, receptivo para con la inmigración, que pacta con antiguos enemigos y deja caer barreras.

Ahora, insisto, qué hacer con estas líneas que tan cercanas susurran… Ahora como que se regresa el péndulo, una vuelta atrás porque ya se ha cedido demasiado. Se habla otra vez de muros y restricciones, de cercos y drásticas medidas de control hacia la Reserva Federal, incluso… Mucho se ha arriesgado, mucho espacio vital hemos soltado. Es tiempo de asustar, tiempo de recuperar el imperio… Pero no me hagan caso.
¿Y en Venezuela? Ya dije: “no me hagan caso…”