Gemelos
AlPieDeLaLetra

¡Vaya con Eduardo Liendo!

Sobre las sabrosas líneas del novelista venezolano Eduardo Liendo puedo disfrutar una vez más la certeza en virtud de la cual los escritores, dueños de la excelencia de las letras, son la mejor fuente – aparte los propios individuos in situ, claro está – para analizar y entender la personalidad del alma humana. ¡Vaya con Eduardo Liendo! Plumas como la de Dostoievski, Camus, Katzenbach y Liendo, se transforman en todo un diván psicoanalítico donde reclinados a lo largo de sus profusos relatos, los personajes dejan el fondo oscuro, torturado, a veces en pánico, de sus respectivas y complicadas vidas.

Eduardo Liendo, nacido en Caracas en 1941, maestro del relato de personajes dobles o múltiples emergidos de obras como Mascarada, Las Kuitas del Hombre Mosca o Si Yo Fuera Pedro Infante, citando algunas, traspasa la barrera de la unicidad para entregarnos la terrible y casi inocente interrogante: quiénes somos. ¿Quiénes somos tras nuestro rostro? ¿Somos quien sentencia cual frío juez, en torno a la eutanasia, por ejemplo, o somos quien timorato y balbuceante no se atreve a ordenar la desconexión de algún familiar?

Del mismo autor y con el mismo tema terrible de no saber quiénes somos, Salkedus tiene otro de sus muchos enlaces: https://salkedus.com/la-moska-de-eduardo-liendo/

¿Quiénes somos en realidad?

A la hora de un accidente, ¿somos quién ayuda o quién paralizado ni gimotear puede? ¿Somos quién envidia tenencias ajenas o somos quién celebra con sinceridad compartida, los laureles de otros? Como Eduardo Liendo respecto a sus personajes, quien omnisciente conoce su interioridad, ¿sabremos nosotros mostrarnos según situaciones, sabremos elegir poses, actitudes, acciones o ánimos, cual máscaras, cual norma de buenas maneras? ¿Sabremos nosotros al menos, qué tipo de gente, de persona somos? ¿Sabemos o no, que la inocente, muy inocente palabra “persona” significa máscara, nada más y nada menos?

¡Cómo veleidosamente, cambiamos de uno a otro rostro, según necesidad, según enroques, según conveniencias! ¡Cuán Pilatos somos, cuán histriones podemos ser tras el momento, tras bastidores o delante de la tramoya. Sobre las tablas de la vida en devaneos instantáneos, nos enfrentamos siempre tras una máscara ocultos, sin ni siquiera sabernos nosotros mismos.

Véase sin duda alguna el enlace: https://psicoelevate.com/las-subpersonalidades-o-multiples-yoes-de-la-psique-humana/

Agregándole al símil del teatro ahora usado, no está de más reiterar  que la palabra “hipócrita” lo que significa es actor. A veces vamos al cine. A ratos acudimos a una obra de teatro. A veces nos subimos al escenario. A veces chiflamos la representación. O aplaudimos. Y muchas veces actuamos.

Un cantante dentro de un cualquiera

Y más allá, en medio del desdoblamiento sufrido y gozado por Perucho Contreras, el protagonista de Si Yo Fuera Pedro Infante, hemos de disfrutar las gotas de tinta del autor Liendo y leer sobre aquel deslucido sujeto, quien inconforme con ser quién era, asume ser el otrora conocido y famoso actor mejicano de los años cincuenta, Pedro Infante, actor y cantante, sobre quien las abuelas sabrán darnos fe de la gran fama por ´él tenida en su época.

Esa duplicidad, con el agravante de presentarse entreverada y revuelta, brusca y sin control, la vemos aquí, y del propio Liendo:

“Eso no puede ocurrir sino en esta ciudad, esa corneta no va a parar nunca y seguramente el único que ahora duerme a pata tendida es el propietario del automóvil. Parece que no hay un hombre arrecho en este país, por lo menos en esta urbanización, porque un hombre macho bajaría ahora con una lata de gasolina y le prendería fuego a ese monstruo con ruedas. Eso haría yo si fuera Pedro Infante y, seguramente, todos los habitantes se asomarían a los balcones para aplaudirme, gritarían vivas y hurras, y yo para hacerles olvidar la mala noche les cantaría Las Mañanitas (…) Y mañana al abrirse las puertas del ascensor, todas las mujeres bellas de la urbanización escribirían mi nombre en el yeso de mi brazo roto y las más audaces su número telefónico como proponiendo alguna cita íntima donde yo les cantaría canciones verdaderamente desquiciadoras. Porque a las mujeres las seducen los tipos decididos que, a la hora de pegarle candela a cualquier vaina, le pegan candela sin pensarlo mucho. Pero los seres domesticados siempre aguantan el corneteo, mi vecino que siempre carga esa cara de seguro de sí mismo, murmura y maldice pero lo soporta, aquí tutilimundi se queda pataleando en su cama, ¿entonces de qué carajo nos vamos a quejar?”

Deja una respuesta