Mosca
AlPieDeLaLetra

Música y mosca. O músika y moska

¿Sabrá más una moska que nosotros, acerca del arte de la música? Mientras nosotros vivimos el (des)concierto de la vida y el caos de nuestro (sin)saber de sinsabores, ¿puede haber una moska no solamente capaz de escuchar y de apreciar lo más granado de la música, sino también de haber sido testigo discreto y silente de grandes e irrepetibles momentos en los cuales un telúrico compositor, un ejecutante magistral o un revolucionario cuarteto de escarabajos británicos se daban con furia con su invocación inspiradora? Música y mosca. O músika y moska.

Apenas un fragmento de la novela de Eduardo Liendo, que a continuación dispongo, sirve para una idea de cuán poca música hemos escuchado; y de cómo las artes se hermanan para producir una simbiosis que nos tienta a buscarlas sobre partituras o libros, lienzos o tarimas, lluvia de ojivas medievales o taconeo perfecto de andalusí danzarina…

Otra obra de este autor: https://letralia.com/241/articulo06.htm

La literatura es literatura

¿Es inverosímil la ocurrencia ilimitada del autor? La literatura nunca es inverosímil. Ni ilógica. Ni lógica. Ni falsa. Ni cierta. Ni tiene hoyos, ni le sobran grumos. Es literatura. Además, qué de imposible tendría que en el traslado de un cadáver, el de Mozart, de Wolfang Amadeus Mozart, va la cita de Liendo más abajo, hubiese no una, muchas moscas. ¿No pudo haber quedado atrapada entre los intersticios de un piano, una mosca? ¿No pudo haberse parado una mosca, en una de las llagas de algún crucificado? Como hechos, imposibles no son. Como realidad tangible, son perfectamente posibles.

Como fluido imperecedero de literatura, ni sí ni no. Es literatura, es música, donde las puertas neuronales de sentidos y sentimientos se abren o se cierran con bisagras siempre inéditas. El conejo de Alicia, una moska con superpoderes y una península ibérica que como balsa navega desprendida del continente, todos son posibles, divertidos, fascinantes, coherentes y verosímiles.

Acerca de la grandeza de la literatura, vayan a Salkedus y hallarán: https://salkedus.com/digo-de-la-literatura/

Aleluya por quienes escriben, por quienes al apretar una cuerda desprende ella un sonido que habla y calla al que oye. No se argumente más, de lo bueno poco. Bueno es el cilantro pero no tanto. Mientras se dan con furia con la novela toda, abran sus sentidos y pongan entre paréntesis sus prejuicios. Y lean:

“No se requiere de mayor argumentación para esclarecer el progreso dancístico de Temístocles Pacheco, (protagonista de la novela) basta, simplemente, con remitirse a su insondable e intemporal estirpe moscosa: cuando se hizo la música, estaba la mosca. Son lazos indisolubles. Es certeza que una mosca discreta estuvo presente cuando efectuó su ensayo inaugural el primer Coro de Ángeles del Universo. No es de extrañar, por lo tanto, que una mosca haya acompañado en toda su caminata trascendental al flautista de Hammelin, revoloteando sobre su cabeza. Una mosca fue la primera testigo de la sordera de Beethoven, cuando éste exclamó consternado: ¡Dios mío!, ya solamente puedo escuchar el zumbido de esa amistosa mosca que siempre me acompaña cuando vengo al bosque. (…) Una mosca sobre la urna, pese a la lluvia pertinaz, acompañó hasta el camposanto un día tristísimo los restos de Mozart, siendo testigo del desamparo final.

Eduardo Liendo continúa:

Una mosca hizo piruetas alrededor del diestro bastón, en el momento en que Chaplin, chocando los tacones de unos viejos zapatos, se convirtió en el vagabundo y bailó con gracia sin par un fox trot. Una mosca estaba arrobada, dentro del clavijero del piano, la noche en que Teresa Carreño conmovió en un concierto inolvidable a la audiencia más granada de Nueva York. Una mosca emergió una tarde luminosa encaramada en el submarino amarillo de Los Beatles. Una mosca se empapó en el sudor de la frente de Louis Armstrong mientras trepidaba su maravillosa trompeta bajo una débil luz, una madrugada cualquiera en un bar de Karakas.”

(Eduardo Liendo: Las Kuitas del Hombre Moska, Caracas, Otero Ediciones, 2005, pp. 205-206)

Reclinados en su sillón, espanten esa mosca del sueño, esa modorra. Convoquen al autor y su obra. Música y mosca. O músika y moska.

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