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Héctor Lavoe, Él es el cantante, Yo soy el Cantante

 

Héctor Lavoe (Ponce, Puerto Rico, 1946-Nueva York, 1993). Veintitrés años después de su partida, acaecida un 29 de junio de 1993, lo seguimos oyendo desde su voz melódica de mil recursos, requiebros e inspiraciones, tanto en el verso improvisado como en la letra que los compositores disponían para él, por allá por San Juan de Puerto Rico, por Nueva York, por Santurce, por Ponce, por Miami, por Chicago, Barranquilla, París, Barcelona, Bogotá, Caracas…

Desde 1967, cuando de la mano del gran Willie Colón y su orquesta, lanzaron al viento aquella Murga (de Panamá), hasta los noventa, disputó la idolatría de los enloquecidos salseros del mundo, junto a otros gigantes como Cheo Feliciano, Celia Cruz, Ismael Rivera o Rubén Blades. Muchísimo se puede decir de Héctor, pregúntenselo a un salsero caribeño. O pregunten a Wiki. Yo que nada sé de lo que sé, si es que sabido tengo algo, digo estas tres líneas bajo el influjo de su recuerdo y sus canciones; o sea, desde el corazón – el mío claro – y no desde la mente que cree que sabe. Pienso en la excelente película que de él se hizo, El Cantante, cuyo protagonista para nada se le queda a la saga: Marc Anthony. Gran versión del torturado Héctor Lavoe, La Voz.

Se agolpan en mi alma bailadora y escuchante sus canciones, todas sonando al mismo tiempo, como si yo tuviera la capacidad de separarlas y distinguirlas… Aguanile, El Cantante, Che-Che Colé, Periódico de Ayer, El Día de Suerte, Loco Loquero, Mi Gente, El Sabio, Todo Tiene su Final. De veras todo tiene su final, nada dura para siempre

Yo una vez más, optaré por lo heterodoxo, lo raro. No siempre me gusta lo común. Prefiero dar a conocer, abrir horizontes a mis lectores. Con su permiso por supuesto. Por lo tanto además de estas escasas palabras que dedico a La Voz, les ofrezco gracias a los recursos de la electrónica y el YouTube, una pieza, un bolero, donde Héctor, jovencito, nos expone de un todo, quién fue y cuál su voz infinita, arrogante, amorosa y despechada, plena de ron y tabaco, de hembras y membranas en congas y bongó. Un “cutucuplá, cuplá”, una onomatopeya, para explicarme.

Una corriente autónoma y mandona suena alrededor de los metales de bronce. La clave dictadora ella, sigue el ritmo y no deja hablar, solo permite escuchar letra y ritmo nota por nota, desde nuestros talones o nuestro asiento. La pieza se llama Ausencia y sabrán cómo suena cuando hagan clic. Adelante, con Héctor Lavoe…

 

https://www.youtube.com/watch?v=S_BFNmAnvkc

 

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