En el banquillo de los acusados, el personaje central es completamente indiferente. Indiferente al mundo y a su propio contexto, hasta el grado del absurdo. Al grado de haber cometido un extrañísimo crimen, ante el cual se considera inocente pero que ante la sentencia condenatoria no se defiende. Ni habla, siquiera. Solo piensa. Se trata de Mersault, el protagonista de la novela El extranjero, del autor francés Albert Camus (1913-1960).
La novela pasea a su lector por los escondrijos del aparato de justica de Argelia, norte de África y antigua colonia francesa. Son los años cincuenta del siglo pasado y la esencia apasionante de la absurda trama es un hombre que en su propia sociedad se siente y es visto como extranjero, extraño, ajeno, al no seguir la conducta “normal” o esperada. Un tipo raro, pues, llegando al extremo, según vecinos cercanos, de no lamentar el fallecimiento de su madre. La trama también es absurda, a ojos de Salkedus. No es una verdadera trama, al carecer de tejido. Las cosas pasan, y ya.
Sobre delitos y conductas desviadas pueden consultar aquí otra de nuestras publicaciones: https://salkedus.com/el-control-social-desde-una-vision-historica-texto-completo/
Para mí es igual, sigo indiferente
Vive Mersault en el mundo, yendo y viniendo, sin emociones, sin destacar del telón gris de su propia vida. E insistimos: todo a él le da igual, al absurdo de responder a María, su amiga, cuando ella le pidió se casase con él: bueno, si tú quieres nos casamos. Para mí es igual. «¿Por qué, entonces, casarte conmigo?», le dijo. Le expliqué que no tenía ninguna importancia y que si lo deseaba podíamos casarnos. Por otra parte, era ella quien lo pedía y yo me contentaba con decir que sí.
En el tribunal ante el jurado, se lamenta de todo; de no entender los argumentos esgrimidos por el abogado que se le había designado. Se amodorraba oyendo todo aquello. Sin duda cometió un homicidio. Pero su verdadero delito era el de ser diferente, el de no encajar con los prejuicios y las recetas estandarizadas de su sociedad. El control social de las recetas preestablecidas se activaba para condenarlo.
Salkedus os invita a disfrutar dos breves textos de todo aquel absurdo…
Interesante oír hablar de uno en el banquillo
“Aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oír hablar de uno mismo. Durante los alegatos del Procurador y del abogado puedo decir que se habló mucho de mí y quizá más de mí que de mi crimen. ¿Eran muy diferentes, por otra parte, esos alegatos? El abogado levantaba los brazos y defendía mi culpabilidad, pero con excusas. El Procurador tendía las manos y denunciaba mi culpabilidad, pero sin excusas. Una cosa, empero, me molestaba vagamente. Pese a mis preocupaciones estaba a veces tentado de intervenir y el abogado me decía entonces: «Cállese, conviene más para la defensa.» En cierto modo parecían tratar el asunto prescindiendo de mí.
Todo se desarrollaba sin mi intervención. Mi suerte se decidía sin pedirme la opinión. De vez en cuando sentía deseos de interrumpir a todos y decir: «Pero, al fin y al caso, ¿quién es el acusado?
Es importante ser el acusado
Es importante ser el acusado. Y yo tengo algo que decir.» Pero pensándolo bien no tenía nada que decir. Por otra parte, debo reconocer que el interés que uno encuentra en atraer la atención de la gente no dura mucho. Por ejemplo, el alegato del Procurador me fatigó muy pronto. Sólo me llamaron la atención o despertaron mi interés fragmentos, gestos o tiradas enteras, pero separadas del conjunto.”
No fue premeditado. Pero no hablé
“Si he comprendido bien, el fondo de su pensamiento es que yo había premeditado el crimen. Por lo menos, trató de demostrarlo. Como él mismo decía: «Lo probaré, señores, y lo probaré doblemente. Bajo la deslumbrante claridad de los hechos, en primer término, y en seguida, en la oscura iluminación que me proporcionará la psicología de esta alma criminal.»
Resumió los hechos a partir de la muerte de mamá. Recordó mi insensibilidad, mi ignorancia sobre la edad de mamá, el baño del día siguiente con una mujer, el cine, Fernandel, y, por fin, el retorno con María. Necesité tiempo para comprenderle en ese momento porque decía «su amante» y para mí ella era María” (p 54).
Acerca del pensamiento y sensibilidad de Camus, pueden hacer clic en el enlace https://elpais.com/elpais/2020/01/04/icon/1578137000_924298.html