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El inútil de la familia

 

El Inútil de la Familia, publicada en 2004, es el título de una de las novelas del escritor chileno Jorge Edwards, nacido en Santiago en 1931. Periodista, abogado y sobre todo diplomático, aun ejerce su pluma desde diarios chilenos.

 

¿Biografía o autobiografía?

El relato plasma una biografía, la de un tío-abuelo del autor, también escritor, llamado Joaquín Edwards Bello. Pero a ratos se funde con su autobiografía, escondida entre una de las técnicas narrativas usadas por Jorge Edwards, la de entremezclar la narración en primera, en segunda y en tercera persona, creando así un interesante y hermoso collage de fluidos literarios donde a veces aparece hablando – tratando de ‘tú’ – al tío; otras veces como narrador testigo e incluso, desde su propio yo. Y entonces se desarrolla un ir y venir de discursos para los cuales es necesario estar alerta, para no ir a confundir de quién o quién habla en cada página.

Vicioso del juego e inútil…

Pero algo sí debe ser destacado de inicio, la novela retrata magníficamente no solamente épocas históricas de Chile, sino también muy de cerquita, la vida de Joaquín, personaje real como se dijo, un bicho raro, pero sobre todo, un ludópata, un jugador sin control, fuera de sí… Alguien imposible de soportar en la familia, una ‘oveja negra’, un disconforme de todo, un sin ley, protestatario y, para la clase pudiente a la que pertenecía, un inútil.

  1. Poco conocido…

Salkedus les presenta a quien es escritor magnífico, aunque poco conocido. Y lo hacemos por supuesto, desde sus propias palabras, en medio de la sociedad santiagueña de finales del siglo XIX y el siglo XX, el tiempo donde está ubicada la novela. 

Para otro gran escritor chileno, véase el enlace: El padre río…

Leemos:

“Pensó que llegaría fácilmente a dos mil, pero fue entonces cuando el rumbo de la suerte, la magia de los dados, se puso en contra suya. No hubo caso, por más que restregara los pequeños cubos de marfil, que los golpeara con fuerza, que los mojara con escupos, que los tirara con furia contra la caja de madera. Golpeaban en la caja con un ruido seco y daban números miserables. La mano tenía que cambiar. Pero duplicaba la apuesta y se hundía un poco más (punto y aparte de Salkedus).

Cuando terminó de perder…

El bulto de los bolsillos se desinflaba. Vuelvo enseguida, dijo, sudoroso, pálido, sintiendo los efectos del calor infernal, y subió a su camarote a buscar más plata. Se echó agua en la cara, puso la cabeza debajo de la llave, bajó, tratando de serenarse, pero la suerte no mejoró. Volvió a subir a su camarote y dejó dos billetes para pagar sus consumos. Cuando terminó de perder, pensó que sus compañeros de juego dirían algo. Pero no dijeron, no demostraron nada. Eran caras de cartón piedra, de cera, de astillas engomadas. Él dejó de jugar y dejó de existir. Se convirtió en un cuerpo extraño, un perfecto estorbo. Pensó en mandar un telegrama a Santiago para pedir auxilio, pero la noche era grande, el cielo tapado de estrellas, con la mancha difusa de la vía láctea, era un espacio indiferente. El ruido sordo de los pistones, de los émbolos, no cesaba. Él se habría volado la tapa de los sesos, pero ¿cómo?, ¿con qué? ¿Por qué había olvidado la Colt en un cajón de la casa de su madre? ¿Para evitar tentaciones? “

Y como deleite para el cierre de esta entrada, a mis amigos los dejo con: https://salkedus.com/cafe-ajonjoli-chocolate-y-oregano/

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