Lo conocimos mediante sus tres únicas novelas escritas: El Túnel, Sobre Héroes y Tumbas y Abaddón el Exterminador. Pero también entregó su pluma ensayos como: Antes del Fin, algunas de cuyas líneas tuve el placer de ofrecerles el pasado diez de mayo. También Hombres y Engranajes y una que tengo en la mano y de la cual he subido hoy un fragmento irreprochable: La Resistencia, donde nos habló – ¿quién?, Sábato, Ernesto Sábato, el escritor argentino – y nos hablará hasta siempre, de la vida y de cómo resistir, resistir, a las legiones de falsos ídolos ante quienes nos prosternamos hoy. Ya Sábato nos había hablado en su tercera novela, de un demonio terrible y ni siquiera imaginado en el mejor film de thriller: Abaddón. Pero hoy me quedo cabizbajo, meditabundo y vagabundo en mis propios pensamientos, para contagiarles a ustedes con estas letras sabatinas – hoy no es sábado, no te equivoques – del premio nobel de literatura de la edición 1984.
“Nuestro tiempo cuenta con teléfonos para suicidas. Sí, es probable que algo se le pueda decir a un hombre para quien la vida ha dejado de ser el bien supremo. Yo mismo, muchas veces, atiendo gente al borde del abismo. Pero es muy significativo que se tenga que buscar un gesto amigo por teléfono o por computadora, y no se lo encuentre en lacas, o en el trabajo, o en la calle, como si fuésemos internados en alguna clínica enrejada que nos separara dela gente a nuestro lado. Y entonces, habiendo sido privados de la cercanía de un abrazo o de una mesa compartida, nos quedaran “los medios de comunicación”. De la misma manera, cuánto mejor es morir en la propia cama, rodeado de afecto, acompañado por las voces, los rostros y los objetos familiares, que en esas ambulancias que atraviesan como bólidos las calles para ingresar al moribundo en una sala esterilizada, en lugar de dejarlo en paz. Con admiración recuerdo el nombre de algunos viejos médicos cuya sola entrada sanaba al enfermo. ¡Cuánta irónica sonrisa mereció esta deslumbrante verdad!”
¡Lea, chamo, lea. No se consuma como una tea!
La Resistencia, Seix Barral, Santa Fe de Bogotá, 2001, pp. 26,27.