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    Jugué a destruir(la), acaso por el fuego

    “Jugué, sin convicción, con el melodramático propósito de destruir(la), acaso por el fuego.” En su fantasioso cuento: Veinticinco de agosto, 1983, Jorge Luis Borges, como siempre enigmático y fabuloso, sostiene un terrible diálogo con su heterónimo, consigo mismo, entiéndase. Y la frase que da título a nuestra entrega no es otra que la más enigmática de las que pudieran leerse en el cuento, cuyo tema es el imaginario encuentro de dos Borges: uno muy viejo, y uno joven, compartiendo espacio y tiempo. Efectivamente, como respuesta a la pregunta hecha por uno de los dos Borges del diálogo, sobre si publicaría sus obras todas, el otro Borges, el “protagonista” responde:  —“Jugué,…