De amor es el crepúsculo, se puede decir. ¿O es que el amor es una suma de crepúsculos inspiradores? Pero puede ser un alba tibia y rosada. De cualquier modo le digo: crepúsculo, ¿me ayudarás a decirle cuánto la quiero, cuánto la amo, que no vivo sino esperando el momento de verla? Y cuando la veo, cuando la veo, no le digo. “Era un crepúsculo suave, el frío del atardecer apenas se sentía. Lado a lado, con los codos apoyados en el alféizar, María Sara y Raimundo Silva miraban en silencio, conscientes de sus mutuas presencias, el brazo de uno sintiendo el brazo del otro, y, poco a poco, la…