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¿Cuántos arpegios?

¿Cuántos arpegios?

¿Cuántos dedos, cuántas digitaciones, cuántos arpegios?

Asturias principado, Asturias calle, Asturias pieza musical, Asturias apellido…

En Asturias hay una villa, en la villa hay una calle, en la calle hay una plaza, en la plaza hay un árbol, en el árbol hay una estaca, en la estaca hay una lora, en la lora hay una pata, en la pata hay una uña… La versión que había oído yo de esta retahíla, se refería a Barcelona ciudad, pero me vino a la mente al momento y al momento los dedos sobre el teclado tomaron el mando y entonces ya no pude detenerme.

Como tampoco puedo detenerme una vez que inicio la reproducción de esta magistral composición de nombre Asturias, en homenaje a la región española al noroeste del país. El compositor se llama Isaac Albéniz,  por cierto nacido en 1860 en Campodrón, el país catalán, para mayor enredo.

Notarán que las notas y sonidos de la pieza están más vinculados a lo flamenco o andaluz – el sur de España – que a lo norteño. Tal vez y solo tal vez, la nostalgia del compositor, dado que el momento de inspiración le vino estando en Londres, le hizo llegarse musicalmente a los lares de lo español más bien andalusí. El crepitar de castañuelas, el ulular de una garganta que bebe de un tenaz pero herido corazón puede producir eso y más, queriendo identificar a la hispanidad con ese aire, más que la sonoridad de otras regiones.

La guitarra es española, o sea hispánica, del sur de la vieja Hispania, o sea andaluza, es decir, moruna, o sea mora, árabe pues. A ellos – a los árabes – les llegó la inspiración de creación de semejante instrumento vía bandurria, viniendo a su vez del laúd, vía arpa, llegando desde la muy añeja lira helena. Disculpen los expertos mis imprecisiones; sólo imagino la ruta de estos instrumentos llegando a Europa, viendo yo mis mapas históricos, sin ningún derecho de musicólogo o de antropólogo cultural…

Y para salirme del enredo hago clic en el enlace y oigo la excelsitud anunciada:

 

 

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